martes, 11 de enero de 2011

Trabajando en el Green Club

Bueno, pues hete aquí que para mi último día en Japón había quedado en acompañar a Guillermo a clase de bonsai en el Green Club. Como pasamos de camino por un mercadillo de antigüedades, llegamos ya con la clase empezada. Allí nos encontramos a Hide, otro amigo y aficionado al bonsai, y a toda la peña ya con las manos en la masa. Cada clase que dan la dedican a trabajar un arbolito y esta vez se trataba de un junípero itoigawa, que después pasa a ser propiedad del alumno que lo trabaja, así que tenían allí una bandeja con varios que les habían sobrado. Después de saludar al sensei y de ver y fotografiar a todo bicho viviente, se ve que se me notaban las ganas y Guillermo me preguntó ¿Quieres trabajar tú un arbol? Y claro, que alguien me explique cómo se dice que no a una oferta como esa.
Así que me puse manos a la obra, limpié, podé, alambré y modelé un juniperito. No quedó mal del todo, el maestro elogió la forma de las ramas, dijo que era muy natural, y que tenía buena mano.
Bueno, yo casi no salgo de alli, pues no cabía ya por la puerta. En fin, que ni soñando se me podría haber ocurrido un colofón mejor para mi viaje a Japón.



Eligiendo material

El cachondeo padre


El maestro supervisaba de cerca


A media faena, alguien sacó té para todos y uos dulces japoneses a base de hanko


Un chavalín que apareció por allí con su padre, recogió los restos de poda para hacer esquejes


Aquí con Hide, el sensei Tanotsu Tawarazuka y Guillermo

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